viernes, 26 de septiembre de 2008

Cuarta etapa (3° parte)


Traslasierra, 1983. Un viaje iniciático en el dominio de la felicidad y el tiempo.


"En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", canta Sabina en Peces de ciudad. Y tiene razón. Esta es la historia que le conté a mi viejo mientras cenabamos en el único restaurante abierto de Achiras.
En la primavera del 73, ¡Que primavera!, yo canalizaba mi rebeldía adolescente en un grupo de teatro. Con este grupo fuimos a Villa Dolores a participar de un gran festival de teatro independiente y en medio de aquella algarabía me crucé con la Reina de la Primavera local. Fue un flechazo irresistible y desencadenó un romance que me hacía sentir Gardel y El Che juntos. Pasó la semana del festival y volvimos a casa. Rios de cartas de amor fueron y vinieron de Los Cisnes a Villa Dolores fogoneando ese romance adolescente. Cuando llegó el verano, con dos amigos armamos un proyecto de teatro itinerante que nos llevó de nuevo a Traslasierra. Volví a encontrame con mi reina y pasamos unos dias al límite de nuestra acalorada fantasía. Pero, todo termina. Se acabaron las vacaciones y de vuelta a la rutina escolar. Yo tenía quince años y no era nada simple instrumentar un romance con una novia en Traslasierra... Como caído del cielo, un tío mío empezó unos trabajos en Villa Dolores así que en la primera oportunidad me fuí con él a quitarle un poco de platonismo a nuestra relación. La excitación con la que llegué fue proporcional a la desazón en que caí. Mi reina de Traslasierra no estaba... no podía entender que pasaba. Que se fue de viaje, que no llegaron mis cartas, la cosa es que me volví saborendo la amargura de un desengaño que me agarró por sorpresa. Nunca más tuve noticias. En la próxima primavera ya estaba recuperado y me fui olvidando de aquel destello de pasión serrana.
Diez años despues, vivía yo en Rio Cuarto, era un incipiente fotógrafo y estaba preparando mi autoexilio en Paris. Oportuno como aquel tío que me llevó a Villa Dolores, conseguí un trabajo en el multimedio local, LV16 y diario Puntal, que me pagaron con un pasaje a Europa. El trabajo era una especie de guía turística del sur cordobes y durante unos cuantos días recorrí con un vendedor publicitario varios destinos turísticos, haciendo fotos y vendiendo avisos. Mi compañero era un viejo entrañable y disfrutamos del trabajo como unas vacaciones. Un dia paramos en Villa Dolores y el recuerdo de aquella primavera se me apareció chispiante. Mi compañero se fue a dormir la siesta y me dijo: -¡Agarrá el auto y andá a sacarte la duda!- Y así hice. En medio de la siesta serrana encontré la casa de sus padres y llamé tímido a la puerta. Desde la oscuridad del interior se apareció una chica de unos quince años, idéntica al recuerdo de mi reina del 73. Era su hermanita menor que sin preguntar mucho me contó que su hermana ya no vivía allí, que se había casado y vivía a la vuelta. -La casa de la puerta verde, apenas doblas la esquina- dijo y sonrió cómplice. Me paré frente a la puerta verde dudando que hacer hasta que la curiosidad me hizo dar tres golpes que retumbaron como en una película. Al rato se abrió apenas la puerta y pude reconocer algo de aquellos ojos que recordaba.
-¿Que haces acá?- me preguntó risueña con una naturalidad que me sorprendió.
-Nada.., estaba por aquí y me dieron ganas de verte- tartamudié mientras comenzaba a arrepentirme de lo que estaba haciendo. De repente el pasado había desaparecido y todo era chato y triste. Me invitó a pasar y comenzamos una charla que deberíamos haber tenido diez años atras.
-Sabes que pasó Guillermo, yo tenía un novio antes de conocerte, con el que estabamos peleados cuando vos viniste al festival. Lo nuestro fue muy lindo pero la distancia a mi me parecía un mundo y finalmente aquel chico volvió a conquistarme y terminé casandome con él hace un par de años-. Me contó otros detalles que ya no me interesaban y me quedé con la sensación que los dos habíamos tomado decisiones equivocadas, ella de aquel matrimonio y yo de ir a visitarla. Me preguntó de mis cosas y con soberbia poco disimulada le dije que me había convertido en fotógrafo y que en quince dias me iba a Paris. Como para ir cerrando la visita y quizá por la referencia que hice a Paris, ella se paró y mientras acariciaba su panza me anotició que estaba embarazada.
-No te creas que estoy así de gorda porque sí, estoy de cinco meses...-
Yo quería huir corriendo, nada tenía que hacer en ese lugar donde todo parecía estar fuera de lugar. Nos dimos un beso y chau.
Unos meses más tarde, paseando mi prematura nostalgia por las calles parisina vi una postal con una foto de unas cigueñas volando sobre el cielo de Paris. Todo parecía coincidir, se estaba acercando la fecha del nacimiento de su hijo y yo podía tener algún gesto cariñoso con aquella reina devenida en sufrida madre argentina. Haciendome el poeta, inevitable para un argentino melancólico con pretenciones, le mandé la postal diciendo algo asi como. "Hoy vi partir una cigueña de Paris con un regalo en el pico para ti". La metí en el buzón y sentí que cerraba una historia.
Otros diez años despues, ya en Buenos Aires trabajando en la revista Noticias, recibo un inesperado llamado.
-Hola Guillermo, soy yo, la reina del 73-
Rápido a rebobinar y llegar al punto donde uno puede empezar a simular una conversación natural.
-¿Como estas?¿Donde estas?- las clásicas preguntas para ir armando el mapa y ver donde estamos parados. Despues de ponernos al dia con los datos previsibles me contó que hacía un tiempo se había separado y que llamó a Los Cisnes y mis viejos le dieron mi celular. ¿Y que más? Que tenía una duda y así como ella fue sincera conmigo cuando nos reencotramos aquella vez quería preguntarme una cosa y que le dijera la verdad.
-¡Claro que si! Creo que sos la única mujer a la cual jamas he mentido...- eso sí, no tuve muchas oportunidades.
-Yo te quería preguntar si cuando vos estabas en Paris, ¿Me mandaste alguna carta o algo asi..?-
-Si, me acuerdo muy bien, una postal con una cigueña... ¿Nunca la recibiste?- le dije mientras me avergonzaba de mi poesía barata.
-No, yo no, pero ahora entiendo todo-
Ella jamas vió mi tarjeta epifánica porque la recibió su marido. Aquel atribulado muchacho nunca se la mostró ni se animó a preguntar de que se trataba aquel vínculo. La referencia al niño por venir lo deben haber hecho dudar hasta de la paternidad de su propio hijo. Los secretos y la desconfianza fueron desgastando la relación hasta terminarla. Ella parecía aliviada por la revelación, yo sentí que algún dia debería pagar por eso.

Despues de descerrajarle toda esta historia, mi viejo me miró absorto y me dijo:
-Mira vos, todo lo que nos pasa frente a los ojos y no vemos...-
Somos padre e hijo y seguro nos quedan otros Grandes Premios por correr.

6 comentarios:

Albano Garcia dijo...

Qué historia tremenda!

Anónimo dijo...

Tremenda y exitante, tu familia supo esto? o lo sabe ahora?
Indirectamente y sin querer, te sacaste al marido de encima!!! si estando tan lejos lograste eso, no quiero pensar si te deben guita!
Un abrazo

CC dijo...

Qué jugador, Guille!
Una postal y un par de líneas bastaron para causar un terremoto!
Un brindis por tan genial historia.

Anónimo dijo...

que bonita tu historia, que gran romance con tu padre, me da un poco de envidia, me devore la historia.
ya no hago actualidad, ni fotos, pero guardo un buen recuerdo de vos, cada tanto veo tu blog y me gusta mucho, me parece muy interesante y humano y tierno, se nota que sos un tipo feliz
luis martin
ljjmartinphoto@yahoo.com.ar

GHC dijo...

Muchachos! Muchas gracias! Que comentarios! Ahora entiendo el éxito permanente de los culebrones, Pero me parece que vamos a volver a las cuestiones fotográficas, al menos hasta que se cruce alguna otra vivencia...

amelia dijo...

hola guille me llamo amelia, soy fanatica de la fotografia...y chumeando blogs cai en esta historia de amor...y para mi sorpresa debo decirte.. q conozco muy bien a la reina del 73..a la cual llamo mama...
saludos desde cba.;)