Un volidito

Habia unos chacareros de Los Cisnes muy industriosos e imaginativos, italianos por cierto. De los hijos, que eran unos cuantos, el más grande tendría unos trece años cuando lo invadió un irrefrenable deseo de volar. Con un par de alas de avestruz, restos de algún arnes y mucha paciencia, se confeccionó un dispositivo que le permitía aletear sin dificultad. Mientras corría y se miraba la sombra en el suelo no tenía la menor duda que lo lograría. Lo que le faltaba era altura y para eso estaba el molino. Cuando iba subiendo para el despegue, la hermanita desde el suelo comenzó a llorar desconsolada pensando cuando volvería su hermano que partía vaya saber a donde.- "No llores che! Un volidito a lo de Battaglino y vuelvo!"-Grito el muchacho antes de lanzarse al vacío. Los Battaglino, chacareros vecinos, nunca lo vieron sobrevolar su campo pero sí se hicieron famosos por aquella frase. El "homostruz" sobrevivió al intento. En esta história pensaba yo mientras esperaba que llegara el helicóptero que me transportaría sobre el Rio de la Plata para hacer unas tomas de un barco llegando al puerto. No fué poca la sorpresa cuando del Robinson R44 bajó una "pilota" que resultó ser Adrienne, una francesa con aire de Juliette Binoche por si fuera poco.


Con el sol recien asomado despegamos rio adentro. Estuvimos casi dos horas dando vueltas hasta que el barco llegó al muelle. Sin dudas, la vista más espectacular de la ciudad, 200 metros de altura y unos mil hacia el Este.


Arriba de un helicóptero lo que falta es espacio y tiempo, así que aconsejo para estas experiencias: No llevar cosas suelta, ni bolso. Dos cámaras si es posible, no se te ocurra intentar cambiar objetivos volando sin puertas y no distraerse del propósito del vuelo. Y a no llorar, que se vuelve rápidito!

Heli Puerto
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